domingo, 29 de marzo de 2009

Zapatito cochinito...

Estrenó sus ojos con un vistazo rápido a la calle que opacaba las oscuras y pesadas cortinas de la sala. Sus ojos se habían llenado de algo totalmente diferente a la oscuridad que solía guardar en ellos; eran pequeñas personas, muy similares a aquella, única y tierna, que solía ver entre sombras. Sus oídos habían estado a punto de estallar cuando escucharon una, dos, tres, cuatro, cinco... seis voces diferentes gritando desordenadalegremente y con un tono diferente a las dos que solía escuchar en la oscuridad sorda en que acostumbraba a vivir. Sus sentidos siguieron enloqueciendo cuando su mano, recostada en el marco de la ventana, se tornó de un color diferente y empezó a arder por la luz que cocinaba piel aún virgen. Volteó y al fin vio claramente a su madre con sueños, alegría e ilusiones escurriendo de sus ojos... Era la primera vez que saldría a jugar.

Cuando aquella puerta casi sellada por el tiempo se abrió las voces callaron y luego del primer baño de sol, el niño dejó ver a los ahí presentes sus deseos por sumar siete voces que compondrían un canon de inocentes carcajadas. Los demás pequeños dejaron que se acercara lo suficiente para mostrarle sus sonrisas y darle la bienvenida al mundo de similares e iguales. Y así lo hicieron, cada uno de estos duendes colocó uno de sus pies junto al del niño de la par y dejando espacio para un séptimo piecito dieron la seña al niño de que el juego empezaría con la estrella de siete picos que completaría su pie. El juego empezó:

"Zapa-tito-cochi-nito-dime-quién-cam-bia-de-pie-ci-to" y rieron. Le tocaba al primer niño esconder su zapatito limpio y mostrar otro aún más pulcro. "Zapa-tito-cochi-nito-dime-quién-cam-bia-de-pie-ci-to", volvieron a reír. Era el turno de una niña de zapatos blanco-luz cambiar de pie. Y así continuaron los pequeños con esos doce toques calculados con un azar preciso que definía el cambio. Ya todos habían cambiado su piecito al menos una vez y a quienes le había tocado de nuevo eran despedidos con un "salistes" y seis risas que terminaban con el primer toque y la primera sílaba.

Era casi el final. Sólo quedaban la niña de zapatos blancos y este nuevo intruso del mundo quien ya había aprendido el juego y también cantaba. "Zapa-tito-cochi-nito-dime-quién-cam-bia-de-pie-ci-to" y volvieron a reír. Justo cuando le tocaba salir, el niño mostró el arma secreta de la que tan orgulloso se mostraba. No lo tomaba como algo extraño sino como una vetaja por la cual se podría embriagar de gozo luego de haber derrotado a los demás ahí presentes. Ante los seis pequeños el nuevo niño hizo cambio de pie y mostró su tercer pie protegido con un zapato opaco que lograba absorber casi en su totalidad la luz del día.

Empezó de nuevo aquel juego inocente: "Zapa-tito-cochi-nito-dime-quién-cam-bia-de-pie-ci-to" y rieron los siete niños mientras gritaban a la niña "salistes". La niña retiró su piecito para dar espacio suficiente al cuerpo del niño que caía desplomado al piso. Mientras las risas de los niños encontraban en el pequeño tendido en el piso un centro común para entonar una ronda a seis voces, la vieja puerta de la casa de cortinas oscuras se cerraba, no sin antes dejar ver el reflejo de aquel día sobre la lágrima de una madre huérfana. En esta ocasión la suerte había sido elegida para su hijo, el niño del zapatito cochinito.

2 comentarios:

Mashmellow dijo...

Me imagino q solo a una mente brillante!!! se le pudo haber ocurrido el nombre tu blog, por eso no te cambio por original y unico en tu especie jajaja...

Anónimo dijo...

Nothing to say but... PERFECT.
Nothing to criticize but..............................................


No, nothing.