Como un día más, la pared aceptaba un nuevo rasguño para no perder conciencia de que el tiempo aún continuaba con vida y que la vida, tanto adentro como afuera, continua. Aunque lo hace a diferente paso, a diferentes latidos y crujidos.
Recordaba como el mundo era y podía seguir siendo... y seguirá siendo aún mañana. Imagina a los mismos de siempre, sus semejantes, quienes amablemente lo han puesto en este limbo para condenar sus actos. Actos que no comete cualquiera, sino solamente quien ha decidido vivir despierto, aceptando lo que su cuerpo y alma necesitan. La culpa lo invadía pues, al final, había respetado tanto el mundo en que vivía que sus actos no llegaron a ser más que deseos, impulsos reprimidos de libertad. No era placer, sencillamente era vida encerrada en sentimientos controladamente dementes que permanecían constantes... aún más que el tiempo.
Y ahora se encuentra aquí encerrado... Con tres paredes rasguñadas con uñas, propiedad de él, enterradas en los últimos surcos en aquel viejo muro... Con tinta regada sobre hojas que el viento solar deja volar encadenadas al lomo de quien todo lo soporta: ese libro que tiene encerrados todos los escritos de un prisionero de la vida.
¡El Sol! Ahh... Cómo detestaba a ese astro que intruso se escabullía día a día en su única propiedad, ese vacío oscuro que intentaba cegar sus ojos internándolos en un negro sepulcral que ha permanecido cuanto ha podido hasta que es bañado por ese sol bajo de otoño. Pero ¿qué otoño? si en esta tierra nos han reducido los sentimientos a tal manera que decidieron robarse dos estaciones. Tan sólo tenemos verano e invierno, propios para quitarnos la ropa o encerrarnos en nuestras casas. Pero nos han robado la primavera y el otoño. A muchos les han robado el rocío de la mañana, las crías dando sus primeros pasos torpes, las flores llenándose de un viento tierno y recién nacido. A otros, como aquel ser atrapado, les han robado los paisajes de tonos café recuerdos, las hojas cayendo, el viento soplando impávido... Se lo han arrebatado sin saber que en él aún permanece esa parte de la creación que hizo propia y lo alimenta.
Pero ahora que se encuentra acá es este otoño el que flagela sus sentidos pues no puede llenarse de vida. No puede sentarse a la orilla de un precipicio sintiendo el viento, dejando que enseñe a volar a las hojas hasta que se accidenten en su piel, compartiendo ese sol que permanece terco ante su muerte en el horizonte. De eso, lo único que posee es este maldito sol que recuerda que no tiene libertad. Este astro de luz líquida que que llena su jaula de agua dorada que se esparce por todas las paredes haciéndolas brillar en un amarillo de recuerdos intensos y antiguos. Y el viento solar que trae esas partículas de luz que impactan en su frente como la brisa fina de la que todos huyen pues es la que más moja.
[...deja de escribir en tercera persona...]
Dándome vuelta descubro que esas pequeñeces de luz que ahora se insertan en mi espalda nunca llegarán a dañar el suelo oscuro de mi nuevo "hogar", hay un vacío dejado en el sueño por esas partículas de luz que me atormentan. Y se mira -me miro-. Observo mi imagen sobre el suelo, extendiéndome, nadando entre ese líquido dorado que se ha entrometido en donde no lo he llamado. Y veo que mi cuerpo no puede llegar mas allá de estos barrotes, aunque aquella proyección de mi interior si puede hacerlo y con facilidad. Mientras mayor sea la cantidad de brasas del sol que caigan sobre mi espalda para cargarlas, mayor es la distancia que mi ser alcanza fuera de esta jaula, lejos de la condena... cerca de la libertad, cerca de ti.
Y dejo que esta ilusión de mi ser se extienda pues al menos esa sombra que lleva en su composición mis deseos, mis anhelos, mis sueños y mi pasión llegará a ser libre y podrá sentarse a bendecir al astro que ahora maldigo por su ausencia plena. Y veo como con la caída lenta del sol mi ser se extiende más y esta a punto de alcanzar la libertad. Pero... Mi sombra no puede separarse de mis pies... Veo y observo esas costuras que lo atan a mi cuerpo y no lo dejan huir de esta carne que ha sido ajusticiada con el encierro. Y mi ser se estremece y enloquece pues dar esperanzas falsas de libertad puede llegar a ser aún peor que la privación de la misma. Ahora es mi ser quien me maldice a mi, no al sol que lo ha traído desde mis adentros y lo ha dejado al descubierto, sino a mí que no he desatado las costuras para que pudiera llegar a ti y contarte que aún sigo vivo.
Veo como mi ser se enfurece y toma venganza. Las costuras toman vida y atan mis pies, luego mis rodillas, toman mis muslos y caigo. Siguen subiendo y cierran completamente mi ombligo, atan mis brazos a mi cuerpo, unen mis codos a mi costado, entretejen por mis dedos, entre cada articulación... Caigo en pánico. Me ha robado el tacto pero no le basta aún. Sube por mi cuello y ata mis labios. Los gritos que antes eran sordos han desaparecido por completo. Suben a mi nariz y tejen una tela de araña para atrapar el aire y ahogar mis pulmones... Lo logra. No respiro ni clamo. Veo aún el pandemonio que ha desatado un sólo ser: el mío. Poco a poco veo como la noche cae en mi cuerpo. Veo el cáñamo ir de arriba a abajo entre mis párpados. Una y otra vez pasa frente a mis ojos que son los únicos que me mantienen en éste mundo. Pero lentamente y con fuerza ese hilo empieza a ejercer su dominio y va cerrando mis ojos. Lo esta logrando...
Se cierran lentamente mis ojos hasta que la oscuridad es total y la vida artificial. Ahora son mis arterias las que se ven bloqueadas por múltiples torniquetes directos al corazón y lo detienen con la misma presión con la que aquel hilo desea llegar a todo mi cuerpo atado y caído. Pero mientras mi mente sea inmaterial y eterna mis pensamientos estarán a salvo de las puntadas con las que mi ser busca castigarme el no poder darle la libertad que desea. Mientras mis pensamientos se mantengan conmigo aún podré decirte quxxxxxxxxxxxxxxxxx